lunes, 15 de septiembre de 2008

NUEVA "MISTERIOSA BUENOS AIRES"

Este trabajo parte de la lectura completa de Misteriosa Buenos Aires , de Manuel Mujica Láinez.
La consigna fue, crear nuevas historias consignando la fecha de las mismas imitando el formato del libro.

Fernando Moreno 2° 4°
Luna de Estrellas
1982

Esa mañana me había levantado al salir el sol para ayudar a mi madre a ordeñar las vacas y así poder desayunar. El día estaba lleno de luz y los pájaros cantaban alegremente bajo el cálido sol santafecino. Al terminar la ardua tarea, entramos a la vieja casona adornada de telarañas y polvo por doquier donde parecía que uno estaba rodeado de fantasmas que miraban sin cesar vuestro par de ojos asustados como niños.
Esa misma tarde, mientras el sol repetía su rutina de siempre, mi madre Anastasia y yo, escuchábamos la radio mientras el locutor informaba el grave suceso de que la guerra de las Malvinas había comenzado la noche anterior, bajo la luz de la luna llena.
Se hacia de noche y yo siempre salía a ver como las estrellas iban tomando su lugar en el inmenso espacio, imaginando que mi padre estaría viéndome desde allí arriba, desde donde las estrellas adornaban el espacio y, mirando fijamente podía diferenciar una perfecta luna de estrellas desde la cual mi padre estaría orgulloso al ver a su hijo Facundo, cuidando de su madre y ayudándola.
La noche del 5 de abril, mientras escrutaba el cielo me quedé dormido en el patio y soñé con algo extrañamente real, como si en verdad estuviese pasando,…
Soñaba que mi padre, desde el cielo me decía que mi destino ya estaba sellado, me dijo que al día siguiente unos hombres vendrían por mí a llevarme donde las estrellas tocan el suelo y donde podría estar mas cerca de él, me dijo también que estaría luchando a mi lado y me hizo prometer que volvería sano y salvo a casa, para seguir ayudando a mamá y seguir viviendo tranquilamente lo que me restara de vida.
Y así fue, al día siguiente Anastasia lloraba desesperadamente mientras hablaba con dos hombres altos y robustos como dos solemnes estatuas demacradas por los años. La noticia de que debía ir a combatir por la patria a las islas Malvinas causó una profunda herida en el corazón de mi madre.
Casi sin pensarlo y llevando lo esencial, partimos hacia Buenos Aires junto a otros jóvenes desafortunados con el mismo destino acechando a su alrededor, para luego ser trasladados a Tierra del Fuego y por último seguir su rumbo hacia lo que podría llegar a ser la tierra dueña de nuestros últimos suspiros de vida. Dejando a mi madre sola en la profundidad de la gran casona llena de fantasmas.
Mientras nos trasladaban hacia Buenos Aires, no lograba ver nada más que caras llenas de melancolía y tristeza, y, al llegar a la gran ciudad, la expresión en la cara de la gente no era exactamente la expresión que todos queríamos ver. Tristeza llantos de mujeres y niños bajaban nuestro autoestima haciéndonos sentir peor de lo imaginable.
Los militares nos reunieron en un gran estacionamiento abandonado y nos separaron en grupos. Allí fue donde conocí a Alejandro, que, al parecer se encontraba en la misma situación que yo; había dejado sola a su madre e hijo en la inmensidad de la vieja casa.
Mi nuevo amigo y yo fuimos seleccionados para desembarcar en las islas y luchar por la patria hasta morir, así que nos llevaron en un autobús lleno de combatientes hacia Tierra del Fuego y, luego de tres días de un agotador viaje llegamos a destino. Nos dieron un arma, unas ropas para vestir a la hora de luchar y sin ninguna instrucción de cómo disparar nos dirigieron hacia un barco para llegar a las Malvinas y comenzar la guerra.
Recuerdo muy bien ese viaje desde Tierra del Fuego hasta las Malvinas, recuerdo que la noche era hermosa y las estrellas brillaban como si fuera la ultima vez que lo harían, también recuerdo el accionar de los inexpertos soldados ante la crueldad del intenso frío, pero eso no me importaba, el frío era solo otro factor más para entristecer mi corazón ya abatido por lo que sucedía alrededor.
Ese hermoso cielo antártico era únicamente asombroso, miraba detenidamente las estrellas, y haciendo la señal de la cruz buscaba esa luna de estrellas para sentirme mas seguro con mi padre a mi lado.
Era casi imposible diferenciar el cielo del mar, ya que el reflejo de los astros del zodiaco era tan perfecto sobre el agua del mar que era como si estuviésemos navegando en el mismo espacio exterior.
Llegamos a las islas, donde solo había sangre, frío y temor sobre los que ya estaban asentados en el lugar y descansamos por varias horas.
Alejandro se notaba muy nervioso e inquieto entonces decidió salir a caminar, pero a los cinco minutos de caminata, volvió exaltado a donde me encontraba yo y me gritó ¡Vamos a atacar! Tomé mis armas y partimos junto a un pelotón hacia un lugar cuyo nombre no recuerdo.
En fin, al llegar a dicho lugar, comenzamos a caminar sigilosamente entre los arbustos, nos mirábamos unos a otros para saber qué estaba ocurriendo cuando de repente el zumbido de una bala pasó a menos de 5cm de mí. Todos empezamos a disparar sin saber a qué y comenzaron a explotar bombas por doquier.
Imágenes de mis amigos disparando y gritando, de mis amigos con los que la noche anterior estuve hablando venían a mi cabeza como amargos recuerdos. Los veía morir ante mis ojos y se me caían lagrimas del sufrimiento, del dolor, miraba a mis costados y veía mas y mas soldados cayendo y gritando, delirando sin parar hasta que todo calló… sólo escuchaba mi respiración y los difusos gritos de mis compañeros.
Di tres pasos nada más, caí al suelo de espaldas y allí estaba, allí estaba la luna de estrellas que tanto buscaba cuando viajábamos hacia aquí, allí estaba la cara de mi padre gritando que me levantara y corriera para salvarme. Tardé al menos 10 minutos en el piso hasta entender lo que decía mi espíritu salvador, y, con todas mi fuerzas me levanté y corrí, corrí y corrí sin parar, corría con el corazón en la garganta, miraba el suelo y no podía ver mas que sangre y cuerpos todavía delirando por ayuda hasta que vi a Alejandro allí, me detuve para ayudarle y fue ahí cando me di cuenta de que una bala me había atravesado el hombro izquierdo y estaba desangrándome pero aun más importante era la salud de mi moribundo amigo. Lo alcé en mis hombros y luego de unos pasos, escuché la ronca voz del comandante gritando ¡RETIRADA! y caí al piso junto a mi compañero.
Al despertar, estaba en un lugar espantoso, lleno de soldados malheridos y moribundos, al lado de mi cama estaba Alejandro, respirando con mucha dificultad, las enfermeras me dijeron que ya no había nada que hacer, según ellas, mi amigo ya no volvería a ver el sol de la mañana siguiente.
Todavía se escuchaban disparos a las lejanías del lugar. Oí a Alejandro decir sus ultimas palabras dirigidas hacia mí casi sin fuerzas, él me dijo que su madre estaría orgullosa de el y me pidió que le comunicase la perdida de su único hijo. También me dijo que le dijera a Nair, su hijo, que lo amaba y que estaría a su lado mirándolo y cuidándolo desde la luna de estrellas que siempre le mostraba cuando chico.
Con mi promesa ya cumplida la luna de estrellas desapareció de mi vida como si Alejandro hubiese ocupado el lugar de mi padre para observar a su hijo Nair y guiarlo hasta que otro padre ocupe la Luna de Estrellas que tanto miraba en mi niñez.

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